“La reputación”: un thriller político para contar los cínicos entretelones de las agencias de relaciones públicas, los brutales cambios de élites forzados por la revolución chavizta en Venezuela y los orígenes de la crisis actual del país, narrada en formato de novela urbana, caraqueña.
Así pudiera resumirse la novela que fue tema central de la tertulia “Hora Verde”, organizada por el escritor y profesor universitario Joaquín Ortega el pasado 11 de julio, donde estuvo como invitado a Elías García Navas, autor del libro y director de Monitor Americas.
A continuación, transcribimos la conversación entre Otega y García Navas.
Introducción
Joaquín Ortega: Sean bienvenidos una vez más a nuestras tertulias “Hora Verde”, aquí desde el Live Instagram de @Ortegabrothers. Gracias por venir. Gracias por irse conectando. Hoy vamos a hablar del libro “La reputación”, de Elías García Navas, y este texto va a estar comentado por su autor.
Una novela contemporánea urbana, se podría decir que bastante caraqueña. Y vamos a seguramente a saber de primera mano muchas de los de las grandes ideas, no solamente que están detrás del texto, sino de cómo se iniciaron. Así que bueno, aquí vamos.
Elías mi pana, ¿cómo estás? ¿Me escuchas? Perfecto, mi pana, que bueno verte y que bueno que por fin podemos conversar. Hoy un poco la gente se va a enterar del texto de tu novela de primera mano y también de las otras historias que tenía alrededor de esto.
Tú me hiciste llegar esta novela el año pasado, creo que casi por esta fecha, cuando tuve el chance de viajar a Iowa para el programa de Escritura Creativa -súper bien-, pero en paralelo me enfermé, estuve cinco meses con sonda, entonces tuve que retrasar un poco tanto la lectura del texto como este encuentro. Pero bueno, más allá de todos los acontecimientos que siempre son material, pues bienvenido.
Voy a hablar un poco de Elías. Es un venezolano que ha venido trabajando en comunicación desde creo que, seguramente, antes de graduarse y nos entrega una novela, como les decía, muy caraqueña, muy urbana; con una serie de personajes y una serie de vicisitudes que se entrelazan, por decirlo de alguna manera, con lo que ha venido ocurriendo en los últimos años en Venezuela, que es el desplazamiento de élites, grupos de poder versus grupos de poder.
Y hay ciertas conexiones que deben hacerse como para que la gente sepa a que nos estamos refiriendo. O sea, hay ciertos productos culturales que no se parecen porque tiene una similitud inmediata, sino que están como en el mismo espíritu y en el mismo ánimo.
Cuando uno lee “La reputación”, de Elías, está dialogando con ciertas novelas que ya están en el ambiente venezolano, como “Nosotros todos”, de Manuel Acedo, como “Cicatriz”, de Juan Carlos Sosa Azpúrua, de una novela que me encanta y tuve el chance de hacer la presentación, de Numa Frías, “El clan perverso”; y hay una novela creo que es de Martínez Mótola, que se llama “La mala racha”. Y, por supuesto, las dos entregas de Juan Planchard. Es decir, el entramado de la corrupción criolla, con la viveza criolla, con todo lo que significa tomar el poder de un país petrolero para destruir el petróleo y enquistar una tiranía totalitaria que, a lo mejor no está ocurriendo aquí, sino en un multiverso.
En esta pequeña conversación quisiera hablar contigo de algunos puntos para que la gente nos acompañe. Vamos a hablar un poco del contexto de la historia, de cómo fuiste desarrollando los personajes, los grandes temas. El famoso “método” que aquí revelas y es súper interesante para el manejo de crisis y todo lo que significa el gran negocio del cambio político, básicamente lo que significa la reputación, algo que está tan vigente actualmente que creo que es el segundo negocio más importante en la red, vamos a llamarlos legales, que es justamente la limpieza de reputación.
Gracias por venir. Cuéntanos un poco cómo surge la historia y cómo diseñaste la estructura de la novela.
La historia
Elías García Navas: Muchas gracias a ti. Sí finalmente, podemos vernos. Las historias y personajes que aparecen en “La reputación” vienen de mi etapa de periodista y consultor en manejo de la crisis. A lo largo de esas dos etapas yo presencié, fui testigo, en algunos casos incluso protagonista, de historias que se quedaron conmigo y se fueron desarrollando, uniéndose, haciendo conexiones hasta llegar a un punto en que sentí la necesidad de plasmarlas.
Pensé que era un momento propicio para mí desde el punto de vista personal y también desde el punto de vista profesional, porque es un momento donde me encuentro viendo ambas profesiones de una manera muy crítica.
Yo fui periodista a lo largo de unos 12 o 13 años, y fui consultor -sigo siendo consultor- en gestión de la reputación, a lo largo de más de 16 años. Y creo que eso me dio una visión para contar una historia donde pudiera entrelazar lo que yo estaba viendo de ambas profesiones, de lo que había sido mi experiencia y de lo que para mí era un signo muy llamativo y recurrente a lo largo de todo este proceso que podemos llamar el chavismo, que abarca casi toda una generación: un cambio de élites que se produce sin anestesia, y no da tregua. Un cambio que es casi despellejar un animal y ver qué ocurre.
En esta etapa del chavismo participé en muchos procesos, por ejemplo, de expropiación de grandes corporaciones, eso me dio un asiento de primera fila para ver cómo se comportaban esas élites, y cómo las estructuras de poder, que tradicionalmente uno podía identificar y reconocer cómo actuarían, empezaban a cambiar, porque las reglas del juego eran otras.
Esa misma reacción la vi yo en el público, la vi en mis colegas adaptándose al nuevo contexto para tratar de decodificar lo que era este proceso, que fue como un tsunami que arrasó con todo lo que había.
Entonces, en la novela hay una historia de unos jóvenes banqueros que emergieron -por ponerle esa etiqueta- y se hacen de una muy buena cartera de clientes, así que son un banco boutique, diseñan estrategias específicas para clientes y corporaciones de altos ingresos, con alto poder de inversión.
Y ese grupo funda un banco exitoso, pero empiezan a ser extorsionados a través de las redes sociales. Al principio consideran que es un es una competencia, una riña entre banqueros, que en Venezuela es muy común. El banquero que utiliza medios utiliza y redes para competir. Eso lo vimos mucho en los 90 con las grandes guerras financieras, pero también lo vimos a lo largo de estos últimos 20 años.
Estos jóvenes piensan que con un consultor en gestión de la reputación pueden desarrollar una estrategia para manejar esta crisis de comunicación. Pero el consultor, que en este caso es nuestro personaje central, Nerio Pileggi, se da cuenta que el tema es mucho más complejo, porque los consultores de comunicación, los consultores de relaciones públicas tienen la ventaja de estar siempre tras bastidores, ven lo que el público no está viendo o el cliente no está viendo. Siempre están como en esa sombra y eso es algo que siempre es muy seductor, porque tú tienes acceso a la verdad, a ese trasfondo e historia detrás de la historia que se conoce. Eso es muy seductor, pero también eso es un riesgo: empiezas a actuar con un cinismo que te lleva a unos rumbos que no puedes controlar.
Y Pileggi descubre que esto es un tema de muy alto nivel, que se trata justamente de un cambio de piel en las élites, y es la élite petrolera la que está estableciendo un nuevo orden. Y este nuevo orden implica que estos tres banqueros, estos jóvenes, van a salir del juego.
La historia entonces cuenta cómo hacen estos jóvenes para mantenerse en pie, para no ser arrasados, con unas consecuencias nefastas, que yo aspiro a que el lector sienta que en este thriller político o thriller tradicional sienta la realidad cruda que a veces tratamos de evitar. Como, por ejemplo, hoy en Venezuela se sigue discutiendo sobre reglas democráticas en una situación donde no las hay. Es como una negación, “quiero apostar a que aún somos civiles, somos demócratas y podemos encontrar una solución entre todos”. Ese es un poco la estructura que quise plasmar en la novela.
Personajes
Joaquín Ortega: Qué bueno, qué interesante. Ya vamos a pasar un poco también a algunos de los temas que tocas ahí, que tienen que ver justamente con esa estructura del hoy. Hay dos cosas que me llaman mucho la atención, y es que también tus personajes tienen un ámbito chiquito, vamos a decirlo así, cotidiano y humano, que permite que también el lector se identifique. Personas con problemas de alcohol o de drogas o eréctil, o problemas de pareja.
Es decir, también hay tanta cotidianeidad que hace que cuando uno hace la primera lectura empiezas a sonreír, y después empiezas a reírte. Entonces, a mí me pasaba que iba a algunos pasajes para releer las frases que más risa me daban. Aquí también hay mucho de la vida cotidiana.
Extrajiste, por supuesto, bajo el esquema de tu propia biografía, pero también imagino que habrás visto gente en la calle que se te parecía a ciertos personajes y los condensaste, y justamente el tema de querer estar siempre, por decirlo de alguna manera, dentro de o sobre la ola del éxito. Eso también hace que los personajes y las personas caigan en los exabruptos por querer mantener un estatus.
Entonces, cuánto de tus personajes hombres y mujeres tienen de esa cotidianidad, cuánto de la vida real y cuánto de la ficción que nace de tu propia pluma.
Elías García Navas: Hay algo de hechos, de la propia experiencia. Por ejemplo, Nerio, el consultor, es la suma de varios consultores, de mi propia experiencia como consultor en gestión de la reputación. Él es como un testigo que marca el ritmo, siempre trata como de dar una explicación a lo que está ocurriendo, que yo creo que es una distorsión que nos nace a los consultores, porque siempre estamos anticipándonos a lo que va a ocurrir.
Hay una frase que a mí me marcó mucho desde que la oí y es que el consultor tiene en su cerebro como esas fábricas con varias líneas de producción que nunca paran, una suerte de Amazon cuyas líneas de ensamblaje nunca se detienen. Él siempre está pensando en qué puede ocurrir. A él le pagan por pensar en lo peor que puede pasar. Eso es muy característico en este tipo de consultores. Siempre tienen esa necesidad que es casi una paranoia, una esquizofrenia, de tratar de leer qué va a ocurrir.
Hay personajes que también tienen una carga especial. Por ejemplo, una de las integrantes del grupo de jóvenes banqueros es Mireya Mendoza: es suma de varias personas que conocí muy de cerca. Mireya es implacable. Sus socios la llaman la caimana de Brickell, porque es una mujer de una resistencia y de una determinación asombrosa. Tiene un pensamiento estratégico importante. Es una project manager perfecta porque puede establecer tiempos de uso de equipos y puede determinar objetivos y seguirlos, sin importar lo que pase.
Y ese tipo de personas uno las conoce, algunas veces les teme, porque son avasallante, no se detienen ante nada. No tiene ese tipo de remordimientos que nos pasa mucho a los que formamos parte de esta cultura latina, donde tú sientes que tu compañero de trabajo también es como tu amigo o tu hermano. Y por eso muchas veces no entiendes por qué se toman decisiones en las empresas que a veces son totalmente impopulares, pero tú no las esperas porque sientes que estás en tu gran familia.
Tienes, por ejemplo, figuras como José Romero. Para mí José Romero es un personaje central. Él es un funcionario que trabaja en el Ministerio de Hacienda. También es suma varias personas. Para mí es el funcionario público que se ve apabullado por las circunstancias de estar en un lugar que ya no es una institución pública, sino que es una institución política. El ministerio ya deja de cumplir una serie de funciones y sus funciones ahora son políticas. Su rol es político y él está en el epicentro de uno de los grandes focos de corrupción, que en realidad así fue y así ha sido en la historia reciente de Venezuela junto con PDVSA.
En ese ministerio se fraguaron muchas de las operaciones que después hemos visto con asombro. ¿En dónde están estos miles de millones de dólares que no aparecen? Responden a políticas de Estado que se definieron de esa manera, y se hacían como en una operación de crimen organizado, pero a un nivel nunca visto. Y él es testigo de eso y no sabe qué hacer, porque considera que el animal es mucho más grande de lo que es él, un mero funcionario. Entonces uno ve esa dualidad de la persona que está en la disposición de hacer el bien, pero dice no, esto es mucho más grande que yo, Yo no puedo hacer nada. ¿Qué puedo hacer aquí?
A mí me gustan los personajes que se desarrollan y empiezan a tener vida propia. Por ejemplo, una de las mujeres que son personajes centrales es Esperanza Cárdenas. Es una de estas funcionarias tecnócratas que surgen en la revolución, encuentra su lugar y después se ven expuesta a una realidad que no esperaban. Pero en ella conviven esos valores de quien siempre se ha formado para ser un buen gerente y entonces tiene que actuar en un ambiente netamente político.
A mí me gustan esas dualidades donde los personajes no son 100% buenos o 100% malos y todos tienen ese lado de generosidad y ese lado de perversión, ese lado de cordialidad, de cercanía, y ese lado violento, temible. Entonces sí, si uno evalúa a cada uno de esos personajes, uno puede encontrarse uno mismo, reflejarse uno mismo, porque tienen esa diversidad.
El método de gestión de crisis
Joaquín Ortega: Qué interesante. También hay unos temas adicionales, que son guiños muy divertidos, porque nombras sin nombrar, cambias algunos apellidos y algunas iniciales, pero estás hablando de oficinas, de lobbys, de agencias de publicidad, de relaciones públicas y de bufetes, que es muy divertido porque hay bufetes que ya se desintegraron, no están no solo porque a lo mejor sus fundadores murieron, sino porque se disolvieron tal vez en todo este ácido que significa una revolución, técnicamente diciéndole revolución a lo que tú has definido muy bien como crimen organizado. Es decir, si es que acaso nunca se han separado, pero ahora las cosas son mucho más evidentes.
Pero digamos que ahí también hay unos momentos maravillosos que citas sin nombrar, y eso creo que es muy interesante. Si estuviese tal vez en Venezuela, a lo mejor más de alguno se picaría -igual se están picando cuando lo leen-, pero creo que estás a buen resguardo y creo que eso también vale para hacerle guiños a los lectores, a las personas que vivieron finales de los años 90 y toda la primera década del 2000, que creo que es la más perversa, porque cuando hay ingentes cantidades de dinero para destruir la libertad, vale decir para construir una sociedad de vasallaje, de esclavos, de nuevos ciervos de la gleba, pero a partir del dinero que viene de arriba hacia abajo.
Que no es que no haya sido distinto en otros momentos de redistribución del ingreso, pero es básicamente tomar la principal fuente de producción de un país, valga la cacofonía mono productor, para convertir a la sociedad en una mano de obra esclava, como diría Marx, en un ejército industrial de reserva. Que al fin y al cabo eso es lo que termina haciendo la gente, en este caso, ejército electoral de reserva, que es lo que están sacando siempre cuando necesitas algo: sacar la cuenta de cuántas bolsas Clap necesitas por cuántos votos.
Ahí hay un montón de cosas que creo que la gente se va a divertir y que le va a hacer guiños también a los que han trabajado, las personas que han convivido en centros comerciales. En eso siempre me viene a la mente las oficinas de El Recreo o las oficinas del San Ignacio, o las oficinas del edificio Galipán. Creo que ahí hay también un guiño muy interesante, que la gente se va a divertir y que seguramente se divierte cuando lo lee.
Y en ese contexto, tú haces la deconstrucción de dos cosas maravillosas: una se llama el método, que justamente es el método de cómo manejar la crisis. Creo que es uno de los core y uno de los elementos más interesantes de tu novela, porque conjuga este tema de los personajes que están viviendo entre licores, entre excesos policiales y entre violencia sexual, y entre esta vuelta de tuerca en la juventud después de los cuarenta. Deconstruyes el tema como casi una clase de gerencia. Hablemos un poco del método.
Elías García Navas: Para mí era importante explicar las referencias que iba a utilizar en la novela a quien no estuviese familiarizado con este tema de las relaciones públicas, la reputación y manejo de crisis. Y es algo que me parecía importante dentro de esta historia, porque a ratos puedo mencionar algo o los personajes están involucrados en algunas acciones, algunas conversaciones, y eso permite tener un contexto.
El método se reduce muy rápidamente en buscar, sobre todo en los países en América Latina -no solo es un mal exclusivo de Venezuela-, donde todos los temas terminan en el despacho del Presidente de la República. El jefe es quien decide.
Entonces, uno de los grandes problemas para las agencias de relaciones públicas y de comunicación durante este período de revolución del chavismo es que se perdió todo tipo de contacto con funcionarios de gobierno.
La revolución cortó todo lazo con cámaras de empresas, confederaciones y las empresas como las grandes corporaciones. Las grandes empresas de Venezuela tenían un contacto muy fluido, muy directo con el ministro de turno, con la estructura directiva de cualquier institución pública. ¿Qué cambia entonces? Todo el mundo está a ciegas.
Las agencias de comunicación tratan de establecer algunas posibilidades, y es por eso que se empieza a hablar de un método. Y el método es sencillamente encontrar la puerta adecuada para llegar al poder, porque el poder es quien va a decidir y es quien decide sobre cualquier tipo de problema.
Usualmente uno hace su planificación de comunicación estratégica identificando la audiencia que vamos a tocar, a través de estos medios y con estos mensajes. Hay mucho esfuerzo en eso. Generalmente todo se queda en el camino si no hay esa última conexión, si no hay quien llegue a esa última milla. El método implica que tú encuentres quién conoce a quién para llegar al poder, y que tienes que pasear por cualquier tipo de estructura.
En Venezuela, por ejemplo, uno de los grandes articuladores de reuniones para resolver problemas -y no hay ninguna ofensa en esto- fue Osmel Sousa.
Él se convirtió en un pivote sobre el cual giraban muchas estrategias de comunicación que buscaban tener contacto con el poder, con funcionarios clave. La clave es encontrar espacios de discusión.
Lo menciono a él porque no hay nada malo en convertirse en una especie de articulador del poder. Luego hay una serie de historias alrededor de él y este tipo de funciones, de eso después podemos hablar, pero lo interesante es que era una función reconocida. En el pasado se podía ubicar a José Vicente Rangel como un pivote para articular reuniones, para hacer una conexión con algún funcionario, pues todo eso cambió. José Vicente formó parte del proceso, así que él ya no era. Había que buscar otros, y esos otros empiezan a aparecer de esta manera, algunos totalmente censurables. Sin embargo, funcionaron y han seguido funcionando.
Si vemos los últimos escándalos en el país, fácilmente puede identificarse en la radiografía de la ruta por dónde vinieron estas reuniones y quiénes pueden aparecer. De lo que se trata es de aplicar una metodología para levantar un mapa de poder que me permita saber cuáles son las puertas que voy a tocar.
Y luego es confeccionar una reunión: en la novela hay una reunión clave, puedo contar algo de eso sin hacer spolier, En Venezuela, es algo que se sabe muy bien, todo pasaba por las manos de Chávez. El objetivo entonces era ingeniarse una reunión con Chávez cuando tú no tienes un canal regular, un canal oficial. Entonces nuestro consultor y el equipo de consultores en la novela se encargan de identificar quiénes pueden ser ese canal, cómo se puede articular esos contactos necesarios y confeccionan una escenografía y una coreografía de cómo ir a esas reuniones. Todo eso se ensaya.
Esto es un dato rápido: la empresa que hace un coctel solo como una celebración, pierde su dinero, pierde los tequeños y el whisky. El coctel tiene sentido si el líder de la organización va a poder reunirse con una persona que es importante para la empresa. Ese es el único objetivo. Si no hay, es mejor no hacerlo. No tiene ningún sentido.
Pues aquí se trata de confeccionar, hacer una escenografía y una coreografía que permita que ese encuentro se realice, que la conversación se dé y puedan llegar a algún tipo de acuerdo. El éxito va mucho más allá de establecer audiencias, canales y mensajes clave. Es cómo llegar a articularlos.
Campañas políticas
Joaquín Ortega: Interesante. Hay momentos en la novela donde también vas tocando otros temas que son del oficio del asesor. Y para no dar spoiler por ahí, hay la revisión de cómo se construye el storyboard de una de una campaña.
Ahí hay elementos muy interesantes, porque los que somos politólogos o la gente que ha trabajado en marketing político tiene claro cuáles son las partes de una narrativa para vender el producto-candidato para que sea presidente, pero aquí también los tocas de una manera muy divertida.
Muy poca gente le ha puesto cariño al éxito y a la conexión que tenían ciertas canciones; o sea el tema del eslogan, el tema de los jingles, el tema de canciones, que son prácticamente un jingle de tres minutos. En esa época no existía inteligencia artificial ni nada que pudiera ser match up, y justamente es súper interesante cómo también en la novela los asesores se van interrelacionado con músicos, con compositores con esa imbricación profesional del estadístico, que levanta la información desde los focus group, y pasa lo cualitativo y cuantitativo por un tamiz, para después transformarlo en un mensaje directo que sea digerible, que llegue a la audiencia que efectivamente plantea.
Entonces, ahí creo que también la novela es muy, muy enriquecedora. Muchas personas, muchos profesores, alumnos se van a sentir conectados, porque es como cuando un profesor te ha hecho una anécdota de una campaña electoral. Creo que por décadas todos lo que venimos de la escuela de estudios políticos -me refiero a gente de la ULA, de la UCV, del Zulia- hemos tenido profesores que han tenido ese momento estelar en campañas.
Entonces uno siempre recuerda los profesores en los 70s te echaban los cuentos de Napolitan; los de los 80s te echaban los cuentos de cómo hacían los jingles, cómo era a veces el recorta y pega de campañas norteamericanas y europeas que traían aquí; después el recorta y pega de las campañas de Alfonsín y Lusinchi. O sea, esas conexiones creo que son divertidas, porque son muestras también por décadas.
Y tú revelas aquí cómo funcionó de alguna manera la década del 2010 y 2020. Y creo que ahí hay también una riqueza que no es, vamos a decirlo, común en las novelas o en los libros que, por lo general, uno lee para trata de entender los momentos específicos.
Si uno lee la biografía que escribió Barrera Tyszka sobre Chávez, hay una cantidad inmensa de información, pero es más información que profundidad. Y aquí, en pequeños diálogos, tú consigues profundidad y consigues un tuétano interesante.
De la construcción de la novela, tú de alguna manera intercalas – parte de lo que yo percibo- los capítulos impares tienen una relación directa con temas humanos y los capítulos pares tiene como una relación con la corporación. No sé si lo hiciste exprofeso o es algo que va saliendo también por algo típico del subconsciente, que es más inteligente que uno y hace que las novelas se armen primero en la cabeza y luego terminan escrita.
Yo creo que cada capítulo es como un pastelito, en el mejor de las imágenes. El pastelito tiene un sabor distinto donde lo pruebas. Cuando vas a Maracaibo tienes un pastelito de carne, si tienes el otro pastelito de jamón, de jamón con queso. Entonces acá cada capítulo tiene un sabor distinto, a pesar de que es más o menos la misma historia.
Allí también en la novela, y es uno de los puntos que quería preguntarte, se revela que la crisis es lo que da plata. Así como “Mi marca es la crisis”, “Miss Sloan” y muchas películas norteamericanas que trabajan el tema de las elecciones y el marketing político, en la novela hay una muestra de la realidad, pero muy a la criolla.
¿Cómo percibes ahora, al margen de los años y el tiempo que escribiste la novela, el negocio de la crisis en Venezuela? ¿Sigue estando más o menos bajo el mismo esquema de ponerle las mismas trampas cazabobos a la misma gente? ¿O definitivamente la franquicia como la entendemos, el modelo para marquetear el desorden es exportable, funcionó?
Definitivamente lo vemos cuando ves en Estados Unidos que se hacen cosas que ya se hacían en Venezuela hace 16 o 17 años, que es cuando uno dice: mira venimos del futuro.
La pregunta sería: ¿cómo ves la crisis como negocio en el caso venezolano? Y cómo ves la exportación de ese modelo en el mercado internacional, sin dar mucho spoiler, porque tú también eres un consultor en el mercado internacional.
Elías García Navas: Muy buen punto, porque uno trata de precisar cuál puede ser la situación real de un cliente en Venezuela en este momento. Yo siento que es distinto en muchos aspectos al ambiente que había en el año 2012, cuando se desarrolla la novela.
En el 2012 tú podías decir que había negocio de muchos tipos y podías amasar un portafolio de clientes, porque todavía había ventanas abiertas, como zonas grises donde la gente podía moverse. Podías hacer negocios sin estar en la zona de peligro, sin interferir en alguna área de interés de la administración pública.
Y tú como consultor podías moverte sin correr riesgos tú también. Ese fue el último momento en que eso se pudo hacer. Yo siento que el 2012 es un parteaguas para el país. A partir de 2012, y lo que ocurre después, en el 2013, el país se vuelve más cínico y las reglas son brutales. Es decir, durante las protestas del 2017, no sé si lo recuerdas, una práctica común ere retenerte, no te torturaban ni te maltrataban, pero tenías que pagar para salir, tu familia tenía que pagar. Y esa actividad se multiplicó en todos los niveles, no solo era algo ordenado desde arriba.
Por eso, creo que ahora es mucho más complicado el mercado en Venezuela, porque las reglas las pueden imponer incluso un funcionario medio, un funcionario de nivel bajo. Para quien asesora es un terreno mucho más difícil de definir, porque además hay dos razones: uno, muchas de las estrategias se fundamentan, por ejemplo, en el apoyo de contenido que tú puedes publicar en los medios, y en este momento están censurados completamente o la autocensura es muy férrea. Ya no son una instancia que tú puedas usar o utilizar para defenderte si estás en una crisis.
Y las redes sociales, sobre todo en este último año y el año pasado, también puede ser motivo de que recibas una sanción realmente inesperada o desproporcionada, sencillamente por un mal comentario.
Entonces, el que maneja crisis en Venezuela en este momento está muy limitado en su accionar y el de tus clientes. Mucha de esa experiencia y muchos de los profesionales del país están ahora en México, en Panamá, sobre todo en Panamá, donde hay muchos grandes equipos que, por ejemplo, estaban en el 2012 en Venezuela. Han montado nuevas agencias en Panamá, que tienen operaciones en Colombia, en México, en Centroamérica.
Incluso, hay grandes equipos casi SWAT para gestionar la reputación que hasta no hace mucho estaban formando parte del equipo del presidente Bukele. Eso te habla de la calidad profesional y de la experiencia que se acumuló en estos 20 años.
Y también habla que esa experiencia, ese negocio de la reputación, se ha mudado porque hay otros países que empiezan a copiar políticas, acciones que vimos en Venezuela. En otros países dicen quién mejor que alguien que vivió esto en Venezuela para que nos cuente cómo enfrentarlo.
De modo que yo siento que mis colegas en Venezuela tienen un radio de acción muy reducido y deben cuidarse del cliente que tienen, porque el cliente puede ser bueno hoy, pero puede ser malísimo luego, porque los puede llevar a una situación muy compleja en cuestión de semanas.
Entonces, el manejo de crisis está muy restringido, no es un negocio como tal en Venezuela. Afuera sí. Afuera hay mucho ambiente, por ejemplo, en Madrid, que nos puede dar mucha risa. En Madrid también está el talento venezolano asesorando en gestión de la reputación a venezolanos que están teniendo crisis o van a tener crisis; eso lo vamos a ver pronto, y eso es negocio, es un negocio legítimo.
Joaquín Ortega: Interesantísimo. Mira, Elías, otra cosa que tiene que ver también con la parte de las horas sentado al momento de redactar. ¿Cómo desarrollaste la novela? ¿En cuánto tiempo la escribiste? ¿Cuánto tiempo le diste de pausa?
Hay una frase de Roberto Echeto que dice que es muy importante el factor gaveta: hay que dejar los libros reposando en la gaveta. ¿Cuánto tiempo lo dejaste reposar? ¿Cuándo lo retomaste para hacer las últimas correcciones?
Elías García Navas: Los personajes centrales de “La reputación” tienen conmigo algo más de 15 años. Esta es una historia que ido masticando, posponiendo, que los escribí hace mucho tiempo y siempre lo fui posponiendo, porque es ese miedo no solo de hacer algo nuevo o de hacer algo donde te expones, sino porque quería reflejar lo mejor posible el mundo que yo había vivido.
Un mundo que, en el momento que escribo, es un mundo con el cual me siento decepcionado. Siento que es como un mundo que va en una dirección que yo no quiero ir, ese mundo corporativo de relaciones públicas con unos discursos que uno no siente que estén anclados.
Parte de las historias estaban armadas, algunas escenas las podía recitar, aunque no las tuviese escrita. Y el tiempo que le dediqué fueron alrededor de siete meses. Siete meses en un ritmo sin tregua, porque además se da en un momento muy extraordinario, especial: es en el 2021. Tú no sabes dónde va a terminar el 2021. Tú no sabes si tú mismo vas a tener 2022.
Y yo me dije “yo necesito terminar esto”. Necesito hacer esta especie de exorcismo de estos personajes que me dicen “yo quiero salir, quiero que la gente me vea, ya no quiero hablar solo contigo, quiero hablar con alguien más”.
Es un lapso que yo creo que fue rápido, pero fue como un momento donde dices esto lo tengo que hacer ahorita y ese es el momento. Tuvo las treguas de los consejos de los amigos. Tengo un gran amigo hermano compadre, Ibsen Martínez, que fue casi un mentor en esta en esta etapa de mi vida de escritor. Me dijo justamente eso, así como dice Roberto, tienes que darle tregua. Tienes que dejar respirar el texto y luego retomarlo. Y luego empiezas a ver cosas. No te límites. Escribe. Nunca te limites. Nunca te censures.
Yo, después de ver el manuscrito, siento que hay cosas que digo “a lo mejor esto puede sonar mal, o a lo mejor esto lo he podido decir de otra manera”, pero yo siento que, respetándome a mí mismo, respetando el momento cuando lo escribí, me dije esto va a salir así y esto es lo que voy a hacer.
Joaquín Ortega: Qué maravilla. Un libro que estaba listo y además salió en el momento preciso. Justamente eso que comentas de no saber si uno agarra una tosecita y esa tosecita te lleva.
Elías García Navas: Sí. Yo de niño fui asmático y me tenían que llevar a la sala de Emergencia. Cuando empezó a tomar forma cómo actuaba el COVID y que te podía matar de cierta manera -no te llega el aire, no vas a poder respirar- yo dije “Ah, yo conozco eso. Yo conozco esa sensación y no es nada agradable, y no la quiero tener. Prefiero tener mis cuentas arregladas antes de cualquier accidente”.
No fue el temor a morir, porque no lo sentí de modo que me alterara o me perturbara, sino que me iba a dar lástima irme sin que los personajes no vieran la luz. Era como una deuda, un compromiso con ellos.
Joaquín Ortega: Así es, hay que pagar las deudas antes de irse. Toma chocolate, paga lo que debes. Elías, recuérdanos cuáles son tus redes sociales, dónde podemos conseguir el libro. Sabemos que está en Amazon, pero también ¿hay posibilidad de enviárselo a otras personas que no tengan el chance de Amazon? Cómo podemos acceder a, no sé, a que hagas un pequeño bautizo en Venezuela con un embajador plenipotenciario si no puedes venir. Yo tuve la suerte de que me lo enviaste, pero para los que están preguntando por el libro y están en el país.
Elías García Navas: Está disponible en Amazon y si están en Venezuela me pueden buscar a través de mis redes. Mi red personal, en Instagram y en Twitter, es igual: @egarcianavas. Y también pueden contactarme a través de la cuenta en Instagram @libro.lareputacion.
Ahí trato de establecer conversaciones 1 a 1 con las personas que me contactan. Son muy divertidas, muy lindas. Me llena mucho eso, porque encuentro una reacción muy distinta, muy intensa hacia el libro. Hay gente que me ha dicho casi lo que a mí me gustaría que alguien dijera del libro. Esa persona lo ha dicho, no la conocía. Nos conocimos en redes sociales. Eso me ha pasado y me asombró, porque me digo “los mensajes llegaron”.
Hay gente que se ha molestado, porque yo siento que se identifican plenamente, y no les gusta obviamente verse retratados. Es interesante. Esas son las redes: @libro.lareputacion en Instagram y mis redes sociales personales son en Twitter e Instagram @egarcianavas.
Joaquín Ortega: Perfecto. @egarcianavas en Instagram y Twitter y @libro.lareputacion en Instagram.
Se nos quedan muchísimas más cosas en el tintero, Elías. Yo creo que tenemos que repetir esto, porque nos quedan personajes secundarios entre comillas, que no son tan secundarios, porque habla de otras cosas intertextuales, como el tema de la violencia, el tema de las desapariciones, los abusos hacia la mujer ya en otros niveles.
Ahí hay una parte de mundo que es muy multicultural, por llamarlo de alguna manera, que es la Caracas en la que crecimos y en realidad la Venezuela en que crecimos. Decir que Caracas es distinto a Venezuela es engañarnos. Todos vivimos en una gran ciudad que se llama Venezuela, donde unos tienen más vista al sol que otros. Creo que para bien o para mal, las mañas de la ciudad se han replicado en cualquier parte de la geografía nacional.
Vamos a revisar eso, que es importante hablar un poco más de temas de storytelling y nos quedan muchas cosas más de relaciones públicas y de lobbys. También profundizar un poco más en este de los temas musicales, de ese FODA que se le hace a la canción en uno de los capítulos de la canción que se quiere vender como jingle.
Así que creo que este es un libro para todo público, tanto para los que les interesan los thrillers políticos; para los que les interesa saber la cotidianidad de una firma de consultores; los que se interesa por la cotidianidad de un asesor político.
Y bueno, como decía al principio, creo que hay muchas novelas que dan cuenta de lo que ocurrió desde 1998 hasta el día de hoy, y esta es una de ellas. Es una lectura clave para comprender desapasionadamente lo que nos ha ocurrido, y lo que veremos ocurrir en otras latitudes, porque el cáncer hizo metástasis
Elías García Navas: Ha sido todo un gusto. Y sí, quedan muchos temas clave por conversar y estoy a tu disposición para que lo volvamos a hacer. Muchas gracias por esta oportunidad.
Joaquín Ortega: Una vez más muchas gracias por el cariño y la amistad a la distancia, y por este libro tan maravilloso que disfruté. Todo llegó a su tiempo. Quería leerlo todo el año pasado y empecé a leerlo, hubo la pausa, pero ya este año lo terminé, así que muchísimas gracias y vamos a seguir en contacto por ahí.
Elías García Navas: Gracias a ti. Hasta luego.